A Candela se la diagnosticó un Sarcoma de Ewing cuando faltaba un mes para cumplir los 11 años, y se marcho pasado un mes de cumplir los 12.
Un 8 de febrero nos comunicaron que tenia cáncer aunque en aquel momento no se sabía de qué tipo.
Es ahí cuando el alma se parte, cuando el dolor es tan fuerte que te impide respirar, es cuando realmente piensas cómo es posible que una personita que lo único que ha hecho en la vida hasta ese momento es hacer feliz a los demás, puede padecer esta enfermedad.
Hasta unos meses antes Candela fue una niña sana, deportista, comía y dormía bien, practicaba la equitación y el tenis, caminaba y montaba en bicicleta, destacaba en el colegio por ser una gran alumna
Era una persona alegre, con una gran sonrisa de esas que te salen de dentro, por sentirte bien contigo misma.
Fue una gran hija, una buena hermana, una fiel amiga y compañera de sus amigos.
Y los meses que siguieron tras el diagnóstico, con la realización de pruebas, su operación, sus sesiones de quimioterapia, radioterapia, inyecciones de oncovirus, … con todo lo que esto conllevaba, solo hicieron constatar y aumentar lo que ya era ella, una magnífica persona.
No solo tuvimos la mala suerte de que nos tocara el cáncer en la puerta, sino que nos tocó uno raro, y que no tiene cura, Sarcoma de Ewing multifásico y multifocal. Entramos en ensayos clínicos donde respondió muy bien al tratamiento, pero al poco tiempo reapareció de nuevo. Seguíamos teniendo esperanza, curioso verdad?,la mente y el corazón se unen para decirte: no puede ser que Candela muera, es imposible, algo tendrá que pasar…
Continuamos con otros ensayos ya solo con la esperanza de frenar la enfermedad, pero ninguno tuvo éxito… y se marcho tranquila, en paz con ella misma y con el mundo, dejando un haz de luz en todos los que la conocimos.
Supo asumir su enfermedad de forma admirable, la explicamos desde el principio que teníamos dos opciones para seguir viviendo y que tendríamos que elegir: bien llorar y lamentarnos de la mala suerte que habíamos tenido, o bien agradecer el levantarnos cada día, estoy viva y estoy aquí, y que tendríamos que buscar la forma de ser felices con nuestras limitaciones.
Y ella, como no podía ser de otra forma fue muy inteligente y decidió la mejor de las dos opciones: VIVIR de la mejor manera posible, disfrutar cada día, de su perra, sus amigos, sus familia, sus aperitivos, sus helados y de sus películas de terror. Eligió un camino, el de sonreír ante la adversidad, estábamos vivas y no podíamos desperdiciar un día llorando porque nos había tocado vivir algo que no queríamos.
Esta fuerza la sacaba de su propio interior de su alma y de sentirse muy querida por todos, porque nunca se sintió sola, nosotros su familia siempre a su lado y además siempre rodeada de sus mejores y grandes amigas, de sus compañeros del colegio, de sus profesores, de los amigos de sus padres, de los amigos de sus hermanos, de los padres de los amigos, y así un largo etc… toda esta gente nunca la dieron de lado y no la abandonaron, siempre con ella.
La propia enfermedad hizo madurar a Candela, empezó a estar enferma siendo una niña y murió siendo una mujer.
Pero el 25 de abril del 2018 Candela se fue de nuestro lado, de manera tranquila y como siempre con su sonrisa diciendo “mamá, prepárame mi ropa más bonita…”